1. Fatiga física

La cabeza se vuelve pesada, las ideas se confunden, el pensamiento se hace más lento y hay cansancio. Da hambre fuera del horario normal, se dificulta prestar atención. Los ojos se quieren cerrar solitos.

2. Irritabilidad

Es inevitable. Cuando el cuerpo y la mente están cansados y encima tiene que hacer sus actividades del día, se vuelve de mal humor. Nadie puede estar alegre así. Lo mejor que se puede hacer es esperar a que termine el día y dormir bien para recuperar el estado de ánimo al día siguiente.

3. Aumenta la posibilidad de «accidentes» en las actividades diarias

La capacidad de atención se ve afectada. Todo lleva más tiempo. Los movimientos son más lentos y desorganizados. Es más fácil quemarse al planchar o cocinar, romper un plato o taza, caerse por las escaleras o tropezarse al caminar o incluso distraerse al manejar.

Una noche bien dormida es uno de los «secretos» para un día tranquilo, productivo, sin enojos o complicaciones.