Las heridas y contusiones que acumulamos en la vida pueden dejar cicatrices. Algunas quedan marcadas en la piel, otras quedan guardadas en la memoria. Casi todo el mundo tiene por lo menos una cicatriz en el cuerpo. Puede haber sido como consecuencia de una caída, un corte o incluso una cirugía. Pero está ahí. Y cuando la vemos nos recuerda lo que nos pasó.

Algunas heridas no dejan huella. Suceden, sanan y desaparecen.

Otras, sin embargo, dejan cicatrices muy grandes, en forma de marcas elevadas, que pueden tener un color medio rosado, rojo o más oscuro que la piel y que generalmente son más grandes que la lesión que la originó. Puede picar o doler. Estas cicatrices, generalmente derivadas de cortes más profundos, como por ejemplo los que son necesarios durante las cirugías, se llaman queloides.

Estéticamente, el queloide no tiene un aspecto agradable y afectan emocionalmente.

Se cree que existe una predisposición genética para esto. Así que si tiene algún familiar que tiene queloides y usted necesita una cirugía o que se hizo una herida, avise al médico puesto que hay tratamientos preventivos que pueden ayudar a evitar el queloide que se forma después.

Llevamos las marcas de nuestra vida en el cuerpo. Algunas no son deseadas. Es importante saber que para muchas de éstas, como en el caso de queloides, existe tratamiento.