Después del almuerzo o la cena da ganas de comerse un postrecito ¿no? Otros momentos también invitan a ingerir algo dulce: el café de la siesta en la tarde, o cuando se da una vuelta por el refrigerador en las noches. Hasta ahí no hay nada anormal.
El tema es que algunas personas tienen la “necesidad” de comer algo que contenga azúcar. Si no lo hacen, no se sienten bien, hasta el punto de que la falta de azúcar termina interfiriendo en el estado de ánimo y las actividades normales de la vida diaria.
¿Será que los dulces son «adictivos»?
Cuando comemos un dulce, este se transforma en glucosa que entra en la sangre. La glucosa es el nombre que le damos al azúcar que circula libre en la sangre, solo que esta necesita entrar en la célula para dar su energía. Exactamente igual que un auto en una estación de gasolina, hay que abrir la tapa y echar gasolina en el tanque.
En nuestro cuerpo, el páncreas es el órgano que produce la hormona responsable de meter la glucosa dentro de la célula: la insulina. La insulina hace las veces de una «llave» que abre la puerta a la glucosa. El asunto funciona así: comemos un dulce, este se convierte en glucosa, que entra en la sangre aumentando la glucemia. Cuando el cuerpo percibe que la glucemia aumentó, libera insulina que mete la glucosa dentro de las células. ¡Listo! Ya tenemos «tanque lleno» y con energía para gastar. Es por eso que las personas con diabetes no pueden comer dulces. No producen adecuadamente la insulina.
Cuanto mayor es la cantidad de azúcar que se ingiere, mayor es la cantidad de insulina que se produce. Y es exactamente ahí donde está el problema. Si ingerimos diariamente mucho dulce, nuestro páncreas también se acostumbra a producir mucha insulina. En esta situación, si un día de repente dejamos de comer azúcar, aun así ocurre la liberación de la insulina. Resultado: la sangre se queda con mucha insulina y poca glucosa, causando lo que se llama»hipoglucemia», que se presenta con mayor o menor medida con los síntomas de sudoración fría, mareos, taquicardia, e incluso desmayos.
Para defendernos, el cerebro le ordena a comer azúcar. Es en ese momento que da esa hambre específica por comer dulce y que es difícil de resistir. Y así, el ciclo comienza: cuanto más azúcar comemos, más ganas de comer azúcar tenemos.
También, cuando ingerimos azúcar producimos productos químicos naturales que dan la sensación de placer y bienestar. Por eso, también sentimos la «necesidad» de comer más azúcar.
¿Qué podemos hacer para romper este círculo vicioso?
Como ya entendimos, suspender abruptamente el consumo de azúcar no es la solución. Mi consejo es disminuir progresivamente la cantidad de azúcar que se consume por día. Por ejemplo, disminuya 1/3 la cantidad de dulces que come normalmente, cada 5 días. Resultado: en más o menos 15 días, esas ganas irresistibles de comer dulces deberían haber disminuido significativamente. A partir de ahí es sólo control
Sea dulce con usted mismo y evite comer dulces en exceso.

Endocrinólogo, transplantado renal, columnista de salud, convencido que las palabras y las acciones pueden cambiar el mundo.