En Bolivia no conocemos el verdadero número de personas infectadas con COVID-19. Todo lo que sabemos es el estado de infección de aquellos que han sido estudiados.
La cantidad total de personas que dieron positivo (la cantidad de casos confirmados) no es la cantidad total de personas infectadas. El verdadero número de personas infectadas con COVID-19 es mucho mayor.
La realidad es que la capacidad de hacer pruebas para el COVID-19 en Bolivia es baja, es por eso que las pruebas solo se realizan (o «racionan») para personas con ciertas sintomatologías. Tal racionamiento es una de las razones por las cuales las personas evaluadas no son representativas de la población en general. Recordemos que, hasta la fecha, solo se han realizado 3900 pruebas en total, lo que significa que se están haciendo 0,31 pruebas por cada 1000 hab. En comparación Islandia está haciendo 119,6 pruebas por cada 1000 hab.
Si tuvieramos una mayor cobertura de las pruebas, la «muestra» de las personas estudiadas puede proporcionar una idea menos sesgada de la verdadera prevalencia del virus.
Se entiende que esta pandemia nos haya encontrado con un sistema de salud precario y con poca capacidad para el estudio de alta tecnología que se necesita para el COVID-19. Lamentablemente, el hacer muy pocas pruebas de COVID-19 indica que no se está haciendo lo suficiente como para que el número de casos confirmados arroje una imagen confiable de la verdadera propagación del virus. Si bien las personas con los síntomas más graves pueden haber sido analizadas, es probable que haya muchas más personas con síntomas leves o sin síntomas que nunca fueron analizados y que pueden contagiar a otros al terminar la cuarentena.
La prueba del COVID-19 es nuestra ventana a la pandemia y cómo se está propagando. Sin pruebas no tenemos forma de entenderla. Es una de las herramientas más importantes en la lucha para frenar y disminuir la propagación y el impacto del virus. Las pruebas nos permiten identificar a las personas infectadas, guiando el tratamiento médico que reciben. Permite el aislamiento de las personas infectadas y el rastreo y la cuarentena de sus contactos. Y puede ayudar a asignar recursos médicos y personal de manera más eficiente, además de evaluar adecuadamente las intervenciones que deben implementarse, incluidas intervenciones muy costosas como la cuarentena, distanciamiento social y el cierre de regiones e industrias enteras.
Sin datos sobre COVID-19 no podemos entender cómo está progresando la pandemia. Sin datos no podemos responder adecuadamente a la amenaza; ni como individuos ni como sociedad. Tampoco podemos saber dónde están funcionando las contramedidas contra la pandemia.
Fuente: Our World in Data

Endocrinólogo, transplantado renal, columnista de salud, convencido que las palabras y las acciones pueden cambiar el mundo.