Un análisis de sangre es una prueba de gran utilidad para el diagnóstico de las diferentes enfermedades.
La sangre, en realidad, es un tejido como cualquier otro, solo que tiene la característica peculiar de ser líquido. Como todo tejido, tiene un conjunto de células, agua y gran cantidad de sustancias disueltas en diferentes proporciones.
El hecho de que sea tan fácil de obtener y que las cantidades extraídas se repongan automáticamente con mucha facilidad, hacen de ella la parte ideal de nuestro cuerpo para conocer la composición del organismo.
Generalmente, se obtiene una muestra de sangre extraída de una vena del brazo. Debido a que la sangre que circula por las venas va en dirección al corazón, se pone un torniquete que impide su paso, de esta forma, las venas que quedan por debajo se hinchan y es más fácil introducir en ellas una aguja.
A veces, se producen moretones en la zona donde se pincha debido a que introducir la aguja justo dentro de la vena no es fácil, la vena se rompe o la aguja la atraviesa. En estos casos, sale algo de sangre y se acumula en los tejidos circundantes, produciendo un hematoma. Ocurre principalmente en personas que tienen las venas muy finas o en las que se han realizado muchos análisis de sangre. También, sucede cuando después de una extracción no se presiona adecuadamente sobre el lugar de punción y la sangre sale por donde ha entrado la aguja.
El acudir a un laboratorio para que le saquen sangre ya causa un poco de temor, pero el ver que después de la toma de la muestra queda un morete o hematoma en la zona, causa desconfianza de la capacidad de la persona que tomó la muestra o del laboratorio mismo. Sin embargo, si se toman las precauciones adecuadas, el riesgo de que esto suceda es muy bajo.
¿Alguna vez le ha pasado esto a usted?

Endocrinólogo, transplantado renal, columnista de salud, convencido que las palabras y las acciones pueden cambiar el mundo.