El contrapeso a la esperanza de encontrar un tratamiento para el COVID-19 es la exageración de medios de comunicación, personas en redes sociales e incluso médicos que “tuercen” el progreso real de posibles medicamentos, en extremos potencialmente peligrosos.
Cuando usted escuche o lea de algún medicamento que supuestamente previene o cura el COVID-19, tenga siempre presente una simple verdad: no hay varitas mágicas, pociones o curas milagrosas. La seguridad y la eficacia de un nuevo medicamento sólo pueden determinarse mediante pruebas cuidadosas, primero en laboratorio, luego en animales y finalmente en humanos.
Hasta ahora lo que tenemos son reportes anecdóticos. Debemos entender que una anécdota no es información. Existen riesgos extraordinarios para la salud humana si hacemos caso a aquellos que promueven algún medicamento basados en una mezcla de ideología y ciencia, o si permitimos que los datos rigurosos se confundan con «instintos».
Hago esta aclaración debido a que he visto un súbito interés y entusiamo en muchas personas y algunas empresas, en promover algunos medicamentos NO aprobados para la cura del COVID-19, como ser la hidroxicloroquina o la ivermectina.

Endocrinólogo, transplantado renal, columnista de salud, convencido que las palabras y las acciones pueden cambiar el mundo.