La enfermedad lleva a repensar la forma de usar el tiempo y gastar recursos

El diagnóstico de diabetes de una persona afecta también a cada miembro de esa familia. Después de todo, la diabetes implica el repensar la forma en que la familia usa su tiempo y gasta sus recursos, lo que quiere decir que hay que dar atención y cuidados especiales a un niño o adulto que ahora tiene que tomar medicamentos o aplicarse insulina, hacer ejercicio y realizar controles periódicos de sus niveles de azúcar en la sangre. También hay que acostumbrarse a ingerir nuevos tipos de alimento, alterando los hábitos alimenticios. 

El diagnóstico de diabetes también trae un sentido de cambio y pérdida, cuando hace su aparición, los padres, hijos, hermanos y hermanas ya no pueden asumir que el futuro será sin complicaciones como en el pasado. 

Los miembros de la familia, especialmente los papás, pueden también sentirse culpables por no haber podido evitar la diabetes del ser querido o por no ser al que le dio la diabetes. La diabetes es una enfermedad compleja y ni los científicos o investigadores todavía saben de manera completa porque a unos les da la diabetes y a otros no. 

También puede haber un resentimiento guardado o que no se dan cuenta frente a la atención y esfuerzo que se le dedica al tratamiento de la diabetes de una persona. Los miembros de la familia pueden sentirse asombrados consigo mismo por no sentir la empatía que ellos creen deberían tener con la persona que tiene diabetes. 

No es de sorprender encontrarse de pronto con sentimientos de rabia, miedo, tristeza o culpa cuando a alguien de la familia se le diagnostica diabetes. Tampoco es malo sentirse aliviado por no ser uno el que padece de diabetes o sentirse preocupado de que un día sea a uno al que le digan que tiene diabetes. 

Por alarmante que suene, puede suceder que el sentimiento de tristeza lo lleve a uno a ingerir bebidas alcohólicas o aislarlo de su entorno, y disminuyendo la capacidad de atención en el colegio o el trabajo. 

Por eso, tan importante como tratar la diabetes, es aprender como familia a reconocer los sentimientos que saldrán a flote. Es bueno saber que mientras la tristeza y la rabia son nuestra reacción al principio, estos no tienen por qué permanecer ahí.

Los bolivianos nos caracterizamos por mantener fuertes lazos familiares, mucho más cuando hablamos de la mamá, el papá, hermanos, esposa o hijos. Sentirse triste, ansioso o enojado cuando a uno de ellos se le diagnostica de diabetes es normal, uno debe permitirse ese sentimiento y tiene derecho a recibir también apoyo. 

Con el tiempo se darán cuenta que como familia se han fortalecido. Su propia paciencia, sensibilidad y flexibilidad los impresionará. 

Debe reconocer que los sentimientos que tiene son normales, aceptar la enfermedad en el ser querido, aprender respecto a todos los aspectos de la diabetes y seguir adelante en la vida. Buscar ayuda en Dios, ya sea a través de su religión o en la belleza del amanecer, puede traerle la tranquilidad espiritual que necesita.