Hay dos fuentes principales de formación de gases en nuestros intestinos. Una es el aire que tragamos (20%), y la otra es la digestión de los alimentos realizada por las bacterias de nuestros intestinos (80%). Debo mencionar que tenemos trillones de bacterias y a estas les encanta digerir azúcares, fibras, o leche. Si usted no tiene la enzima que digiere el azúcar de la leche (lactasa), o padece de intolerancia a la lactosa, entonces no podrá digerirlos con la rapidez necesaria. Es así que comienza la formación de abundantes gases a partir de dióxido de carbono, nitrógeno y metano (este último es inflamable).

Así que comience nomas a fijarse en lo que come y empiece a descartar de manera específica algunos alimentos cada tres días, hasta que encuentre qué es lo que desencadena esta “incomodidad”. Se puede también disminuir la ingesta de aire evitando los cigarrillos, chicles, sodas, y comiendo más lento.

Pero, ¿Por qué, a veces, huele tan mal?

Piense en su cuerpo como si fuera un refrigerador. Si lo deja “estar” va comenzar a oler después de un tiempo. En su cuerpo, los alimentos ricos en sulfuro como ser: huevos, carne, cerveza, frijoles y coliflor son descompuestos por las bacterias para liberar sulfuro de hidrógeno, que tiene un olor tan fuerte como para tumbar a cualquiera. El evitar estos alimentos es la solución ideal, pero cuando los malos olores persisten, la mejor solución son las verduras de hojas verdes y los probióticos (específicamente lactobacilos GG y Bacilus coagulans; estos se encuentra en algunos yogurt y en medicamentos digestivos).