El trabajo de nuestra columna vertebral no es nada fácil. Sostiene el cuerpo, nos mantiene en posición vertical, nos permite girar, agacharnos, levantarnos, mover el cuello y aguanta el peso del cuerpo.
Por dentro, sirve como una «capa» para la médula espinal, un «tesoro» del organismo, porque ahí están todas nuestras terminaciones nerviosas que van desde y hacia el cerebro.
La verdad es que la mayoría de nosotros tratamos muy mal a nuestra querida columna vertebral. Despertamos por la mañana y saltamos de la cama apurados sin pensar en hacer un poco de estiramiento. Tampoco pensamos en la posición en la que hemos dormido, o si el colchón y la almohada son las adecuadas para nuestro cuerpo. Rápidamente ponemos en acción unos músculos de la espalda que estaban relajados.
Practicamos deportes que dañan de manera indirecta a la columna, cuando correemos o jugamos pelota con los zapatos equivocados, andamos en bicicleta sin hacer precalentamiento, levantamos pesos inadecuados y utilizamos máquinas en el gimnasio sin asistencia profesional.
Cargamos mochilas grandes o muy pesadas, llenas de cosas que podrían estar en el armario y no en nuestra espalda. Pasamos mucho tiempo: frente a la computadora, viendo televisión, sentado en el trabajo o en el sofá de la casa, en las posiciones más inimaginables. Pobre nuestra columna. Nunca pensamos en parar un poco durante el día para estirar un poco.
Y cuando la columna lumbar reacciona a los malos tratos recibidos, mostrándose dolorida, reclamamos y encima no entendemos el motivo del dolor.
¿Hay una manera de aliviar la tensión o el dolor de la espalda? Sí. Tratándola bien. Tan simple como eso.

Endocrinólogo, transplantado renal, columnista de salud, convencido que las palabras y las acciones pueden cambiar el mundo.