«Vamos a hacer un churrasquito para celebrar». «¿No vas a comer? Lo hice con mucho cariño, especialmente para vos»

¿Ha escuchado o dicho frases como estas? Seguro que sí.

Incluso en los primeros días de vida, es decir, durante la lactancia, los bebés aprenden a relacionar alimentos con el cariño. Crecemos y seguimos dando y recibiendo comida como una forma de celebración. Siempre ha sido y siempre será así.

¿Pensó alguna vez en una fiesta de cumpleaños sin torta? ¿Una comida de Navidad sin pavo o chancho? ¿Cine sin pipocas?

No importa el ritual o el plato principal. Podría decirse que el acto de comer, se relaciona con el placer. Todos lo hacemos.

Lo opuesto también es cierto. ¿Puede usted hacer una dieta estricta o privarse de los alimentos que adora y mantener al mismo tiempo su buen humor?. Dificil, ¿no?

Es muy común encontrar gente que, cuando esta nerviosa o estresada, empieza a comer como una forma de recompensa… un placer seguro, inmediato y sin límites.

Somos humanos y como tales tenemos emociones. Sólo que en algunas ocasiones, la razón tiene que hablar más alto que nuestras emociones, de manera que no nos arrepintamos más tarde.

Emoción y razón. Ahí radica la clave del equilibrio para controlar nuestro apetito en cada momento de la vida.