Probablemente nunca veamos una Salmonella. Pero, sin duda, debemos tener cuidado para no entrar en contacto con ella. Es uno de nuestros enemigos invisibles más preocupante, especialmente para aquellos que tienen niños en la casa.

La Salmonella es el nombre general de un grupo de bacterias. Este grupo puede tener más de 2500 serotipos, que son como miembros de una familia muy grande.

¿Cómo nos contagiamos de Salmonella?

Esta bacteria entra en el cuerpo a través de la boca. Así que nos contagiamos al ingerir agua, alimentos contaminados o por contacto con personas que tienen las manos sucias con las bacterias. La yema de huevo crudo puede ser un importante reservorio de la Salmonella. Por eso el huevo cocido es más seguro para los niños pequeños, porque al cocer la temperatura alta «mata» a estos enemigos.

Esta bacteria va hasta el estómago, vence al ambiente ácido y se aloja en el intestino. Allí se multiplica e «invade» la mucosa intestinal causando una herida grave. Causa síntomas como: fiebre, malestar general, vómitos, dolor abdominal intenso y diarrea, mucha diarrea. Y, lo peor, generalmente hay sangre en las heces, como consecuencia de la lesión en la mucosa. Todo esto puede durar de 7 a 10 días, dependiendo de cada persona.

La Salmonella en los niños puede ser mucho más peligrosa porque puede entrar en la sangre y causar infecciones en otros lugares: en el pulmón, dando una neumonía o incluso en las meninges, dando meningitis. Es decir, la infección se puede generalizar, es mucho más grave y puede ser fatal.

¿Hay maneras de evitar todo esto?

Sí. Hábitos extremadamente simples como lavarse las manos con frecuencia, especialmente antes de preparar comidas, cocinar bien los huevos e higienizar los alimentos, pueden prevenir esta bacteria invisible.

Hábitos sencillos son poderosos aliados de la salud.